miércoles, 5 de septiembre de 2012

Función del Cristo


La Función del Santísimo Cristo del Consuelo


Estamos acostumbrados a pensar que lo vivido desde la infancia es, inevitablemente, “de toda la vida”, pero olvidamos que la Historia se escribe a través de muchas vidas, y que no todas conocieron las mismas costumbres y similares actitudes. Nuestra presencia en la tierra es, vista desde los ojos de un historiador, muy corta, y pese a que las tradiciones son capaces de traspasar siglos e incluso milenios, también es verdad que algunas se perdieron para siempre o fueron sustituidas por otras en función de las circunstancias.

Esto podría haber pasado con las fiestas del Santo Cristo del Consuelo en Vertavillo. Cualquiera de nosotros daría por sentado que se vienen celebrando desde tiempos inmemoriales, y así es, puesto que nadie encuentra en su memoria, ni en la de sus antepasados más directos, nada que lo ponga en duda. Sin embargo, y si seguimos las pistas de los documentos históricos, parece que no siempre la fiesta principal de nuestro pueblo fue esta de mediados de septiembre.

Curiosamente tampoco he encontrado, por el momento, nada que haga suponer que se festejara de manera especial la festividad del olvidado santo patrono de la localidad, San Miguel Arcángel, el día 29 de septiembre, más allá de una pequeña celebración restringida al gremio de los pastores que se hacía el día 8 de mayo (día de la aparición de San Miguel). Sin embargo, y como se menciona en las respuestas dadas al formulario del Marqués de la Ensenada en 1752, el común de Vertavillo se hacía cargo de los gastos ocasionados por las fiestas de San Lorenzo (10 de agosto), San Bartolomé (24 de agosto) y San Roque (16 de agosto). Por lo visto, a mediados del siglo XVIII era este mes veraniego el más nutrido en festividades. De todas ellas hemos de destacar la de San Roque, puesto que de la misma sí se guarda memoria viva entre la generación nacida en la primera mitad del siglo pasado. El santo, que reposa en uno de los altares de la iglesia parroquial, era sacado en procesión por las calles del pueblo y homenajeado por unos interminables bailes a la puerta de la iglesia. De la fiesta de los otros dos próceres no se tiene memoria, aunque hemos de destacar la posición preeminente de San Lorenzo, el de las parrillas, a la izquierda del patrón en el lujoso altar mayor de la iglesia.

¿Desde cuándo se celebra entonces la festividad del Santo Cristo del Consuelo? Pues habrá que suponer que después de aquellas fechas, y muy probablemente desde finales del citado siglo XVIII. A esta conclusión nos llevan los datos publicados por G. Sánchez Doncel sobre la ermita del Cristo llamado hasta 1618 del Humilladero. La majestuosa construcción neoclásica que hoy contemplamos fue en el siglo XVII una simple capilla donde se guardaba la milagrosa imagen, foco de gran devoción entre los vecinos. De este fervor salían magnánimas limosnas, lo que posibilitó juntar los cuartos necesarios para su ampliación, la cual se inició en 1721 aprovechando la piedra de la cercana ermita del Arrabal, ya en ruinas. Las obras parece que duraron mucho tiempo, puesto que su bendición no se produce hasta 1784.

Este año, el día 14 de septiembre se traslada el Cristo con una gran procesión y la asistencia del clero de la comarca, el día 15 se realiza la bendición por el párroco D. Manuel Sanz y se dice misa solemne, predicando al día siguiente un famoso orador del Convento de San Diego de Palencia. Los actos se continuaron otro día más con honras fúnebres por los difuntos de la recién estrenada cofradía del Cristo del Consuelo (congregación pía de carácter asistencial y funerario cuya fundación tiene lugar en 1781).

En definitiva, que se juntaron varios días de fiesta a mediados de septiembre que culminan, como en la fiesta que todos recordamos, con la misa de difuntos. Parece muy razonable, por lo tanto, pensar que es a partir de este momento, 1784, con la inauguración de la recién ampliada ermita del Cristo, cuando se estable la celebración de estas fiestas.

228 años son muchos para guardar memoria, ni nuestros abuelos ni los suyos podrían acordarse de otra cosa que de bajar religiosamente cada tercer domingo de septiembre a celebrar la esperada función del Cristo del Consuelo.

F. Javier Abarquero Moras

Fuentes: Catastro del Marqués de la Ensenada, 1752; Sánchez Doncel, 1950 (PITTM,4)
 
Procesión de San Roque, años 40




San Lorenzo, altar mayor de la iglesia de Vertavillo

 
Ermita del Cristo

lunes, 9 de julio de 2012

475 años del Privilegio de Villa


475 Aniversario del Privilegio de Villa

En 1537, hace ahora 475 años, el rey Carlos I de España, emperador del Sacro Imperio Romano-Germano, junto a su olvidada madre la reina Doña Juana, concede a Vertavillo el título de Villa. Tal acontecimiento queda recogido en un excepcional documento escrito en vitela que, milagrosamente, el tiempo ha resguardado hasta nuestros días.


Vertavillo era hasta ese momento un simple “lugar” que dependía de la jurisdicción de Baltanás en las causas civiles y criminales excepto en aquellas cuya cuantía fuera menor a 120 maravedíes. Pero el Concejo de Vertavillo, por su cuenta, se emancipa de aquella tutoría en el año 1532, entablando un pleito que se ventilaba en la Real Chancillería de Valladolid. Teniendo como tenían los de Vertavillo todas las de perder, decidieron acudir directamente al Rey suplicando fueran eximidos de la jurisdicción de Baltanás, por encontrarse este pueblo alejado (dos leguas) y tener Vertavillo gran número de vecinos (150). Pero por si los argumentos no fueran suficientes, el Consejo de Vertavillo aporta la cantidad de 2000 ducados de oro, equivalente a 750.000 maravedíes, para ayudar a las grandes causas del reino (léase las luchas contra el turco y contra Lutero que tanta sangría de las arcas nacionales produjeron).

Debió ser la rica suma de dinero lo que convenció al emperador, que no dudó en dictar el privilegio por el que Vertavillo, a partir de entonces adquiere el título de Villa, otorgándole jurisdicción civil y criminal, alta y bajo, mero y mixto imperio. Al mismo tiempo se faculta a la población a tener “forca e picota, cepo, cárcel, cadena, cuchillo, azote y todas otras insignias de jurisdicción de villa”.

El documento, en el que figuran como pagadores el procurador y el regidor de Vertavillo, Martín Núñez y García de las Moras, fue firmado por el rey en Valladolid el 20 de abril de 1537. En virtud de este privilegio se construyo el Rollo renacentista que todavía hoy enseñorea el mirador del Postigo, a la salida del casco amurallado por la puerta meridional. El monumento es en principio una insignia de jurisdicción, emblema de la alcanzada categoría de villa, independientemente de que a su lado se construyeran picotas y cepos como instrumentos de castigo y escarnio público, y de que, avanzado el tiempo y por identificación de ambos elementos, también él mismo acabara usándose para infringir alguno de los castigos.

Destaca el rollo de Vertavillo por su majestuosidad, más de 8 m de altura, una escalinata octogonal que salva el ligero desnivel del terreno (razón por la que los peldaños varían de 6 a 9 en función de la cara), y con un fuste cuadrangular (5,85 m) rematado en un capitel con columnitas torneadas, placas, bolas, un remate troncocónico y cuatro gárgolas que figuran leones. En su cara septentrional se colocó el escudo imperial de Carlos I y en la meridional otro escudo.
F. Javier Abarquero Moras



 Fuente: G. Sánchez Doncel, 1950: “Estudio documentado de la Villa de Vertavillo”, PITTM, 2: 63-132

lunes, 25 de junio de 2012

Noche de San Juan en Vertavillo


Noche de San Juan en Vertavillo



Estamos acostumbrados a oír hablar de las hogueras de San Juan y de la fiesta del fuego como ritual de renovación en el que se da por finalizado un ciclo. La noche mágica del solsticio de verano. Sin embargo en Vertavillo la tradición nos cuenta la existencia de una costumbre de cierto carácter peculiar de la que no formaba parte el fuego.

Esa noche, la más corta del año, los jóvenes varones de la localidad se reunían para celebrarla de una manera especial. De las choperas más cercanas (El Huero o “El Prao”) se cortaban ramas cuajadas de verdes hojas y con ellas confeccionaban las esbeltas enramadas que tejían con mayor o menor esmero en las rejas de las ventanas de aquellas casas donde habitaban mozas casaderas. Se trataba, en definitiva, de un ritual de cortejo colectivo en el que se plasmaba un paso más en el ciclo natural de la vida de las gentes del pueblo.

No siempre aparecían bonitas trenzas de ramas, que daban frescor y alegría a las fachadas durante las primeras horas de aquella mañana, puesto que en ocasiones se obsequiaba a alguna de las chicas, en función de las simpatías que en esos momentos despertara, con grandes “tobas” (elevadísimos cardos borriqueros de flor purpúrea y con afilados pinchos) como castigo por sus desplantes. Tampoco faltaban, en el lado opuesto, las ventanas en las que la enramada podía aparecer enriquecida con rosas u otras flores, lo que significaba que la afortunada contaba entre los jóvenes con alguien especialmente interesado en ella.  Pero la picaresca de la cuadrilla iba incluso más allá, llegando a colocar haces de alfalfa en las poyatas de aquellas solteras mayores (las solteronas) en una divertida aunque “grosera” alusión a quienes serían sus únicos pretendientes.

La costumbre dejó de llevarse a cabo en los años 80, víctima como tantas cosas de la despoblación, pero todavía es recordada por muchas generaciones.

Javier Abarquero Moras

domingo, 20 de mayo de 2012


Romería de la Virgen de Hontoria (Vertavillo)



Nuestra Señora de Hontoria, una bellísima talla románica policromada con la virgen sentada en majestad y el niño sentado en sus rodillas, es una advocación mariana de Vertavillo que celebra su festividad el sábado antes de la Ascensión. El nombre lo recibe del pago en el cual se instala su ermita, a unos 4 km al este del pueblo, un edificio de traza románica con una puerta de medio punto en la fachada principal y un gran arco triunfal, también de medio punto, en el interior marcando el presbiterio.

Leyenda de “La Serranilla”

La virgen de Hontoria es llamada popularmente “La Serranilla”, algo que podría extrañar en una comarca de páramos y valles alejada de cualquier Sierra al uso. Este nombre tiene su origen en la vieja leyenda contada y trasmitida a través de generaciones según la cual iban unos serranos de camino por estas tierras de viaje con sus carretas. Llegaron al pago de “Hontoria” hacia el atardecer, momento en el que hallaron entre los matorrales la bella imagen de la Virgen. Tras cargar con la reliquia prosiguieron su caminar durante toda la noche, sin embargo, al apuntar las primeras luces del día, los asombrados serranos se dieron cuenta de que no habían avanzado ni un paso, encontrándose  en el mismo punto en el que el día anterior habían hallado la virgen. Tan “milagroso” fenómeno, interpretaron, no podía significar otra cosa que la Santa Madre de Dios deseaba que en aquel preciso lugar le fuera edificada una ermita.

Historia

La leyenda relatada repite la crónica de otras tantas imágenes de vírgenes repartidas por toda la Península Ibérica. La realidad histórica tampoco es mucho más original. La ermita de Hontoria de Vertavillo no es más que el único testimonio en pie de un viejo pueblo que allí se ubicó durante la Edad Media y que recibía el nombre de Fontorida. Su existencia está atestiguada por varios documentos de la época, por varias noticas orales sobre la aparición de sepulturas y por los abundantes restos arqueológicos que en superficie se pueden observar alrededor del edificio y en las tierras de labor cercanas. Su desaparición, probablemente a principios del siglo XVI, respetó la vieja iglesia parroquial de San Esteban, cambiando la advocación a la de Nuestra Señora de Hontoria.

                A mediados del siglo XVIII había ya una cofradía de la Virgen de Hontoria que, además, se hacía cargo de los gastos ocasionados por atender a los necesitados en el llamado Hospital de Nuestra Señora de Hontoria, situado en la actual calle del Hospital. A principios del siglo XX existía también la cofradía de la Virgen de Hontoria y de San Miguel, que luego desapareció. A finales del siglo pasado renació la cofradía de Nuestra Señora de Hontoria que en los últimos años se ha encargado de la rehabilitación de la ermita gracias a los donativos de los devotos.

Tradición.

La tradición se hunde en la historia y probablemente tenga su origen allá por la época en la que se produjo la despoblación de aquel núcleo medieval. Como en tantos otros pueblos, la ermita pasó a convertirse en un lugar de romería al que, una vez al año, se acudía a venerar a la virgen, sirviendo este acto como recuerdo de los hombres y mujeres que allí moraron.  La fiesta hasta los años 80 del siglo pasado se celebraba el martes antes de la Ascensión (cuando esta fiesta caía en jueves), pasando luego a ocupar la fecha del sábado siguiente, con la intención de que pudieran acudir también aquellas personas que trabajaban y vivían fueran del pueblo. La imagen se saca de la iglesia parroquial en procesión hasta el Cristo, la ermita situada en la parte baja del pueblo, donde se le rezaba una oración. Posteriormente era subida en una carroza y trasladada hasta su ermita, a veces rezando el rosario por la carretera. En la actualidad, y teniendo en cuenta el alto valor de la talla románica, se evita este recorrido. En su templo se dice la misa y posteriormente se realiza otra procesión que acaba delante de la puerta con la bendición de los campos y entonando primero la salve y luego canciones propias de la virgen de Hontoria.

La fiesta continua con la comida campestre, antes en el llamado “Prao”, luego en el monte de “Valdileja”, donde las familias se reúnen para degustar el menú típico: ensaladilla, tortilla de patata, filetes empanados y, de postre, leche frita.

F. Javier Abarquero Moras





lunes, 14 de mayo de 2012


¡Viva San Isidro Labrador!

Con esta frase, fuertemente lanzada al viento, terminaba la procesión del santo patrón de los agricultores, venerado en Vertavillo como en multitud de pueblos castellanos, amén de en la capital madrileña; destinatario de inmensidad de rogativas pidiendo lluvia o de plegarias para ahuyentar el pedrisco.

El 15 de mayo en Vertavillo la imagen del santo se baja de su privilegiada hornacina en el altar mayor y su vara se engalana con un ramillete de espigas verdes recién cortadas. Este día los agricultores dejan los tractores aparcados en la nave y acuden a venerar a su patrón.

La fiesta, como tantas otras, ha perdido gran parte de su sabor tradicional. En un pasado no tan lejano el día de hoy era de gran solemnidad en el pueblo. A la misa mayor acudían las jóvenes y niñas vestidas con el traje típico (aquí decíamos que se vestían de “San Isidro”), compuesto de medias blancas, un manteo (falda gruesa) de color rojo con ribetes o adornos en negro, blusa blanca, delantal y corpiño negros con abalorios brillantes y pañuelo anudado en la cabeza. Estas ocupaban los primeros bancos de la iglesia y cada una llevaba una cesta de mimbre adornada con flores que contenía productos de la tierra (pan, cereal, lentejas, garbanzos, harina, mantecados, rosquillas…). Durante el ofertorio, las niñas se acercaban al altar y dejaban su cesta debajo del santo como gesto de gratitud por la custodia que aquel hace de nuestros campos.

Esta ceremonia esconde, sin duda, una ancestral relación de concordia entre el hombre y la naturaleza de la que depende para subsistir, puesto que ritos de reciprocidad parecidos, en los que se entregan a la divinidad  o a los espíritus del subsuelo parte de los rendimientos que se extraen de la tierra se documentan en todas las culturas desde época prehistórica. El ofrecimiento a San Isidro de frutos de la cosecha no hace más que repetir, adaptar y encauzar esta ancestral costumbre.

La fiesta de San Isidro en Vertavillo era organizada por la cofradía de labradores que tenía a este santo como patrón, luego reconvertida en Cámara Agraria (que es la que actualmente se encarga de la celebración). Tras la misa se ofrecía un ágape a todos los asistentes en el “Soportal” del Ayuntamiento, en el cual era indispensable la típica “limonada” con la que más de un chaval acababa mareado. 

En la actualidad se conserva la celebración religiosa, con misa mayor y procesión, y también el refrigerio posterior, con vino, chorizo, jamón, etc. Falta, lamentablemente, la nota de color que ponían las niñas con sus alegres trajes.



Javier Abarquero Moras



jueves, 3 de mayo de 2012


El mayo

Aunque el frío no nos abandona ya hemos entrado en el mes de Mayo. Este mes se iniciaba en Vertavillo como en tantos otros pueblos de la Península, con la “pinada del mayo”, es decir, la erección del tronco de un esbelto árbol previamente talado. Los encargados de esta tarea eran los quintos, como de tantas otras que implicaran juerga y diversión. La noche antes la cuadrilla de aquel año iba a una de las arboledas de la vega, frecuentemente el llamado “Prao” o el “Huerto”, y cortaba uno de los más altos árboles que encontraba. El tronco se pela prácticamente por completo, dejando sólo algunas ramas en la cúspide, sobre las cuales a veces se podía poner algún adorno (cintas o globos), y se trasladaba en carro o remolque hasta el pueblo, todo ello en medio de una considerable jarana bien regada de vino y amenizada por cánticos. En su momento se colocaba en la Plaza Mayor o en el Postigo (fuera de la puerta meridional de la muralla), más tarde, tras asfaltar las calles, también en el “Patín”, en el acceso Oeste del casco antiguo. El “mayo”, tras amanecer airoso el día 1, se mantenía erguido hasta finalizar el mes, momento en que los mismos quintos lo retiraban, procediendo a su subasta o venta directa para sacar algunos cuartos con los que sufragar los múltiples festejos de los que se hacían cargo a lo largo del año o, más recientemente, para hacer una merienda de amigos.

La costumbre, como hemos dicho, no es exclusiva de Vertavillo, puesto que se conoce en otros muchos pueblos y se mantiene vigente en varios lugares de la provincia de Soria por ejemplo. Ello ha dado pie a que en algún momento se haya dicho que tiene un origen ancestral, en ritos prerromanos de saludación a la primavera, algo nada descabellado por supuesto. Se trata de una de las típicas fiestas de primavera, en las que se rinde culto a la naturaleza que eclosiona en esta estación y nos recuerda lo apegados a ella que todavía vivían y viven nuestros pueblos.

En  Vertavillo, nos cuenta Sánchez Doncel (1950), que esta costumbre del mayo o maya es bastante antigua. Nos relata además un curioso caso asociado a la misma, puesto que tras la subasta del mayo, y para recaudar más cuartos para las fiestas, las mozas del pueblo salían los días festivos de este mes de mayo con sus platillos y servilletas a pedir limosna a los vecinos y forasteros, lo que, al parecer, dio ocasión a “delicadas faltas de pudor y modestia en las jóvenes” (tengamos en cuenta que estamos hablando del siglo XVI), por lo que tuvo que actuar el Visitador de la Parroquia prohibiendo estas salidas.

Por lo demás, la costumbre de “pinar el mayo” se pierde en torno a mediados de los años 80, víctima, como tantas otras, de la progresiva despoblación y de la falta de cuadrillas amplias de jóvenes.

Javier Abarquero

miércoles, 25 de abril de 2012

Las Volanderas de San Marcos

Las Volanderas de San Marcos

Desde luego, hoy sería un día excepcional para salir a "volar las volanderas", aunque este endiablado viento que sopla en Vertavillo quízás destrozara los molinillos nada más pisar la calle. No sé muy bien porqué motivo y qué se esconde detrás de aquella costumbre que recuerdo de la infancia en mi pueblo, pero el caso es que cada 25 de abril, día de San Marcos, los más pequeños de cada casa salíamos con nuestras rudimentarias "volanderas" y echábamos a correr calle abajo, calle arriba, hasta "el Patín" o "el Postigo", buscando el favor del viento para que las hiciera girar lo más rápido posible emitiendo su característico soniquete. Las volanderas, eso que ahora encontramos en las ferias o en las tiendas de chinos y que llaman molinillos, se fabricaban en casa con un palo y una hoja de papel; dos cortes maestros con la tijera, un par de dobleces y un clavito era toto lo que hacía falta. Si el papel era de color, pues más bonito, si no tampoco importaba mucho, el caso era salir corriendo como si quisieras domesticar el viento. Convertíamos el artilugio en un verdadero aerogenerador (no han inventado nada) que nos cargaba de energía para jugar a lo largo de todo el día.
Como digo, no he indagado en posibles significados ocultos en esta tradición, puesto que sorprende que tenga una fecha fija, quizás acorde con la frecuencia de los fuertes vientos en este més, pero no me extrañaría que escondiera viejas fórmulas utilizadas por nuestros ancestros para librarse de ciertos males o propiciar bonanza y prosperidad.

Javier Abarquero Moras


 

lunes, 9 de abril de 2012

Domingo de Pascua en Vertavillo

La tradición popular está llena de pequeños gestos y puntuales actividades que llenaban el transcurrir del año en los pueblos de nuestra tierra. Eran costumbres ancestrales continuadas de generación en generación hasta que la despoblación consiguió acabar con ellas. Muchas de estas tradiciones eran protagonizadas por los niños.
El Domingo de Pascua en Vertavillo, era celebrado por la mañana como en tantos otros sitios, con misa solemne y procesión del encuentro entre la virgen enlutada y el Santísimo bajo palio, con el desprendimiento del velo, una tradición que se mantiene. Pero por la tarde era costumbre que los niños fueran "a comer la rosquilla". Las cuadrillas de chavales preparaban la merienda (un chorizo y pan la mayoría de las veces, quízás un refresco de gaseosa de "Los Ángeles", fabricados en el municipio por Ángel García), pero sobre todo la rosquilla.
Este dulce típico de nuestros pueblos se elaboraba particularmente en estas fechas, y nuestras madres, al final de la cuaresma iban cogiendo turno en la panadería para hacerlas. De casa se llevaban casi todos los ingrdientes: huevos, manteca, azucar; en el horno ponían la harina y el trabajo. Luego en casa te ocupabas de decorar las rosquillas con el "unte", es decir con el baño de clara de huevo y azúcar. La forma general de las rosquillas, todos lo sabemos, es la redonda, pero en cada casa se hacía una rosquilla con la forma de la letra inicial del nombre de cada niño o niña, o también una en forma de ramo (para las niñas) o de culebra (para los niños). Esta rosquilla era la que se llevaba el domingo de pascua a merendar.
El lugar habitual para celebrar esta merienda era el llamado "Prao", un sotillo de olmos negrillos situado en la vega del arroyo de los Madrazos a un kilómetro escaso de la localidad. Las meriendas se podían prolongar durante varios días de la semana de pascua.

Javier Abarquero Moras

lunes, 26 de marzo de 2012


Arquitectura Popular: Los Palomares

Los palomares son la manifestación arquitectónica de una actividad que complementaba la economía de autoabastecimiento: la cría de palomas. De estas conseguían pichones que contribuían a variar la dieta alimentaria y “palomina”, el excremento del animal que en grandes cantidades se utilizaba como abono.
Hace una década, la mayoría de estas edificaciones estaban ya en desuso pero se mantenían en buen estado, Hoy, la ruina amenaza a la mayoría; grandes grietas, paredes descarnadas, tejados semidesplomados y puertas desvencijadas son rasgos habituales.
 Se localizan en plena vega, en medio de las tierras de labor, en las eras o aprovechando una zonal de erial donde la roca aflora a la superficie impidiendo el laboreo.
Tipológicamente pertenecen al tipo de “Torre” (Sánchez Sanz, 1979), la planta es  rectangular o cuadrada, aunque también los hubo de planta circular. Sus dimensiones varían, siendo más grandes los rectangulares, que pueden llegar a tener 12 m de largo por 5 m de ancho, que los cuadrados, que tienen 5 por 5 m por término medio. El basamento de piedra es muy bajo y el resto de la altura, de 6 a 8 m, se levanta con adobes formando un grueso muro que se revoca al exterior con yeso. La cubierta es siempre a un agua y al exterior, -en ningún caso hay patio interior-, está siempre orientada al sur para aprovechar al máximo las horas de sol y el calor, y se confecciona con teja curva formando ríos sin cubrir, lo que facilita el barrido y recogida de la palomina que servirá de abono.
La entrada y salida de las palomas se hace por las “troneras” y ventanas protegidas al interior por una malla metálica enmarcada que se abre y cierra desde el piso inferior mediante una cuerda. El tejado se complementa con una barandilla de adobe que recorre el contorno del edificio dejando libre el lado sur, raramente va decorada, y cuando lo está, muestra unos motivos muy sobrios. En un caso, atípico por su aspecto, la barandilla aparece suntuosamente decoradas con tejas y ladrillos calados de vivo color rojo; es además el doble de alta que las otras, recorre también el lado sur y se interrumpe por pilares que rematan en palomas de piedra, los llamados “reclamos” que llamaban la atención de las verdaderas palomas, y por un arco en el frente. Este paloma es aún más excepcional cuando se observa una vertiente quebrada, que aprovecha la pared del desnivel para colocar seis aberturas y la vertiente inferior para abrir dos troneras.
Las puertas son pequeñas y dan acceso a un primer piso que no tiene nichos en las paredes, porque el piso bajo no es propicio para que aniden las palomas a causa del peligro que suponen los roedores. Por encima suele haber otros dos pisos a los que se accede por una escalera adosada a la pared. Estos se encuentran compartimentados por muros de adobe y en todas las paredes se instalan los columbarios o nichos para que aniden las palomas. Estos últimos tienen forma cuadrangular y unas dimensiones aproximadas de 16 cm de ancho, 16 cm de largo y otros 16 cm de profundidad.
El mayor número de palomares se concentra en una zona a la que precisamente han dado nombre, “los palomares”.


F. Javier Abarquero Moras



Referencias

Sánchez Sanz, M.E. 1979: “Los palomares en tierra de Campo palentina”, Narria 14: 11-13.

jueves, 23 de febrero de 2012

Miércoles de Ceniza y entierro de la sardina

Miércoles de ceniza y entierro de la sardina

            Hacia mediados del siglo pasado el miércoles de Ceniza en Vertavillo se se recorrían las calles con cencerros y echando “gallinaza” o “aspergés” –una pestilente mezcla de estiércol de gallina y ceniza- para echar fuera las carnes (carnestolendas) y dar comienzo a la cuaresma. Por la noche se efectuaba el Entierro de la Sardina con una particular fórmula. El cortejo portaba una escalera de mano cubierta por una manta, en cuyo extremo delantero se sujetan dos botas que simulan los pies del difunto, mientras que por el hueco trasero una pesona asoma la cabeza reclinada hacia atrás, de manera que, aunque camina con el resto de la comitiva, parecía ir tumbado en las parihuelas. Otro intérprete se viste de sacerdote, al que también podía acompañar un monaguillo, y recita toda serie de dislates en un latín inventado, al que se unen chascarrillos y ocurrencias de los asistentes. Las mujeres se colocaban los más disparatados lutos y seguian la comitiva bailando y cantando al son de la tambora. El falso sacerdote recitaba con frecuencia frases como "llorad hijos míos que se ha acabado el vino".



martes, 21 de febrero de 2012

Martes de Carnaval en Vertavillo
Viendo la luz que inundaba hoy la iglesia parroquial de Vertavillo me resultaba difícil imaginar el mismo día hace 60 años, con los ventanales de la nave central tapiados, y con la ténue y humosa luz de las velas y círios. Sería, sin duda, más lúgrube, más funesto. Un marco ideal, por lo tanto, para celebrar una misa de difuntos por las Bénditas Ánimas del Purgatorio. Com hablaba en la entrada anterior, la fiesta del Carnaval se mezcla en Vertavillo con la devoción de las Ánimas, un "maridaje" que en nuestra sociedad actual sorprende pero que en la España de los siglos XVI a XIX no era tan ajeno. Una forma de vencer al enemigo es unirse a él, y eso debieron pensar los devotos católicos tras el Concilio de Trento, cuando se generaliza la creencia en las Ánimas purgantes, creando estas cofradías que se dedicaban, precisamente estos días de excesiva diversión, a rezar por su salvación. No se renunca al festejo, pero se combina con los responsos, de manera que todos salen ganando. Esta es la idea principal del carnaval de ánimas de Vertavillo y así lleva funcionande desde hace más de 400 años (al parecer).
Un rasgo especial del Martes de Carnaval era la construcción delante del altar de la iglesia de un Túmulo o catafalco, una pirámide escalonada de cajones con calaveras pintadas que representaba a las ánimas del purgatorio, sobre el que, siguiendo una costumbre de origen pagano, se colocaba una hogaza de pan.

Javier Abarquero

domingo, 19 de febrero de 2012

Domingo de Carnaval en Vertavillo
            La fiesta comienza con el toque de campanas para acudir a misa. Tras el segundo repique -en Vertavillo se daban tres avisos- el tambor hace su recorrido habitual llamando a los cofrades para asistir a la eucaristía con el denominado “toque de oficiales”. En otro tiempo el recorrido del tambor pasaba por las casas de los distintos cargos, siguiendo la jerarquía, y estos se iban incorporando a la comitiva con sus insignias hasta llegar a la Sala. En la actualidad se espera a que acudan todos los cargos y cofrades para iniciar el desfile que da paso al “revoleo” delante de la iglesia. En esta ocasión se sacan el estandarte rojo, la alabarda y tres banderas, amén de las varas portadas por cada uno de los cargos, y se procede según el ritual establecido.
            La marcha, que se inicia con el sonido de la tambora, la encabeza el estandarte, seguido por el capitán, el alférez con la bandera (acompañado de otros dos abanderados por lo general) y el sargento con la alabarda; detrás de ellos sale el tambor y enseguida los demás oficiales. En este orden dan una vuelta a la plaza, quedando el estandarte en un extremo, a la derecha del pórtico de la iglesia, los abanderados y el alférez en el centro, frente a la misma, y el tambor y el resto del séquito (capitán, cabos, síndico y alcaldes) en el extremo opuesto, junto al Ayuntamiento. La tambora, con sus toques y cambios de ritmo, va marcando los distintos pasos de la exhibición. El primero de ellos es el lanzamiento de la alabarda por parte del sargento, que en esta ocasión lo hace tres veces, en el centro de la plaza, a un lado y al otro. La pericia del oficial consiste en lanzar el mástil lo más alto posible con una sola mano, que aquel se eleve en posición horizontal y recogerlo a su vuelta igualmente sin usar más que un brazo, evitando que caiga al suelo y que se desequilibre. Antes de cada lanzamiento el sargento hace un particular saludo –indicando a uno y otro lado con los dedos índice y pulgar de la mano derecha-. Tras este preludio sale el alférez y los abanderados que le acompañan, repiten el mismo saludo y, siguiendo las indicaciones de la tambora, empiezan el revoleo de las banderas, con una sola mano, primero hacia un lado y luego hacia el otro. Su habilidad consiste en evitar que la tela se enrolle, sobre todo en el momento de hacer el giro, y en soportar el peso del mástil, desde luego nada desdeñable. Este revoleo se interrumpe dos veces para tirar la alabarda, aunque en estas ocasiones sólo se realiza un lanzamiento. El acto culmina con otros tres lanzamientos similares a los que lo abrieron y con la ovación y el aplauso del público asistente.
Una vez acabada la exhibición se reanuda el desfile alrededor de la plaza, se da el último toque de campanas y se entra en la iglesia. Los miembros de la “Mesa” ocupan los primeros bancos, aquellos utilizados por las autoridades civiles en las otras grandes festividades religiosas. La salida del sacerdote se acompaña de un redoble de tambor y da comienzo el oficio. Antes del Ofertorio la tambora se deja oír de nuevo, el cura desciende al pie del altar y sujeta con su mano la estola. El síndico se coloca al lado del sacerdote con el platillo y los cofrades dirigentes primero y luego todos los demás, pasan besando la mencionada prenda y depositando su donativo mientras el tambor y los oficiales dan una vuelta por el interior del templo al son del llamado “toque del Ofertorio”. De forma tradicional este desfile sólo era protagonizado por los hombres de la hermandad, sin la participación de las mujeres, aunque en la actualidad acude todo el que lo desea. Las baquetas callan hasta el momento de la consagración, momento en el que sustituyen con un rítmico tamborileo a la tradicional esquililla que el resto de los días acompañaba la elevación.
            A la salida de la ceremonia se repite el tradicional acto del desfile alrededor de la plaza y el revoleo. Los miembros de la mesa acudían seguidamente a la casa del cura, quién les ofrecía un pequeño ágape de vino y pastas. Tras ello, los dirigentes vuelven a su sede y, en un ambiente más relajado y distendido, a la vez que menos solemne, se invita a los presentes a probar el vino, que ahora se acompaña de aperitivos varios, fundamentalmente aceitunas, patatas fritas y galletas.



Fuente:
Abarquero Moras, F.J. (2009): El Carnaval de Vertavillo y las cofradías de ánimas del Cerrato Palentino, Estudios Locales, 6, Institución Tello Téllez de Meneses, Diputación de Palencia, Palencia.

Sánchez Doncel, G. (1950): "Historia de Vertavillo. Estudio cocumental de la Villa de Vertavillo", Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, 4: 57-132.

jueves, 16 de febrero de 2012

El Carnaval de Vertavillo

El Carnaval de Vertavillo

Para dar inicio a este Blog e iniciarme en su uso permitidme comentaros cuatro cosas sobre el Carnaval de Vertavillo.
Se trata de una tradición particular que hunde sus raíces en el siglo XVI y es uno de los pocos Carnavales de Ánimas que se conservan en la Península Ibérica.
El origen de la fiesta está en una Cofradía de Ánimas fundada al parecer en 1575, aunque la confirmación por parte del Obispo no tiene lugar hasta 1676, que tiene como finalidad recaudar fondos para realizar sufragios por las Benditas Ánimas del Purgatorio. Hasta aquí ninguna peculiaridad, pero es en su organización y en los actos que organiza donde radica su originalidad. En vez de los carácterísticos cargos habituales en otras cofradías, en este caso cuenta con una Mesa o Junta directiva formada por cargos militares: un capitán, un aposentador, un alférez, un sargento, un "tambor", un portaestandarte y dos cabos, acompañados de otros oficios civiles y religiosos (dos alcaldes, un síndico, una abad y un secretario). Suya es la tarea de organizar los actos de la fiesta de la cofradía, que tienen lugar en los días de Carnaval. Desde el día de las Candelas, tanto al amanecer como al anochecer, salía el encargado del tambor (Tambora) a dar vuelta al pueblo llamando a la oración por las ánimas del Purgatorio. Llegado el Domingo de Carnaval se realiza, antes de misa, el "revoleo", un acto que comienza con la llamada "a oficiales" por parte del tambor, su reunión en la "Sala" de la cofradía y el posterior desfile de los oficiales (cada uno con su insignia correspondiente) por la plaza para proceder al revoleo en sí. Este consiste en hacer girar tres grandes banderas de colores en posición horizontal al son de los toques del tambor y en el lanzamiento de la "alabarda" (arma ofensiva vestida con telas y cintas) al aire. El ritual se repite a la salida de la misa y por la tarde, y otra vez el Martes de Carnaval, día este que es en realidad la fiesta grande de la cofradía.
La tradición era algo más complicada en el pasado y se repetía en muchos pueblos del Cerrato.
Para quien quiera saber más se puede consultar: F.J. Abarquero Moras, El Carnaval de Vertavillo y las Cofradías de Ánimas en el Cerrato palentino, 2009, Estudios Locales, 6, Diputación de Palencia.